Durante los primeros años de la posguerra, la penuria económica que padecen las familias del Barrio del Carmen y Valencia en general, obliga a éstas a demandar un empleo para sus hijos conforme van alcanzando la edad laboral, esta demanda se dirige principalmente los talleres artesanos vecinos que en esta época proliferan por todo el centro histórico de Valencia, a causa de la inexistencia de un tejido industrial que pudiera absorber parte del excedente de mano de obra existente en esta época.
Consciente de esta situación Vicente March, con el apoyo y colaboración de otros artesanos decide abrir en su propio taller una escuela de aprendices dentro de la más pura tradición gremial , a la vez que realiza gestiones en entidades privadas e institucionales con el fin de conseguir subvenciones que le permita pagar mediante becas laborales ( nominillas) a los aprendices durante su periodo formativo en alguno de los oficios del taller, hasta su incorporación como oficiales cualificados en el propio taller así como en otros talleres del entorno. Estas ayudas económicas permiten aceptar un número mucho mayor de aprendices ( entre 15 y 20 ) de lo que era habitual en un taller artesano de la época. Esta iniciativa quizás constituye el primer intento de crear un Taller Escuela de carácter privado en Valencia, y estuvo en funcionamiento hasta finales de los años setenta del siglo pasado.
La formación del aprendiz no se limitaba exclusivamente a la práctica del dibujo, el modelado y las técnicas propias del oficio, sino que se vería ampliada por medio de excursiones y visitas a museos, exposiciones, edificios históricos etc, con el fin de proporcionar al alumno una cultura artística más amplia.
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